RIVERSIDE,
AGNES OBEL
Corría, acorralada en sus pensamientos, corría. Un sitio hermoso era,
el sitio perfecto para estar sola. Surgía naturaleza de cada esquina, de cada
sitio al que mirabas. Gotas de agua caían por sus mejillas, y salían, como de
la nada, por aquellos dos trozos de cielo azul despejado que tenía. Llegó
derrumbada a orillas de un río hermoso y se dejó caer, como un plomo sobre la
verde hierba, observando, pacíficamente, como corrían las aguas de aquel
tranquilo río, olvidándose de todo un solo instante y dejándose envolver por
todo aquello que veía, escuchaba u olía, palpando el césped con la yema de sus
dedos y viendo como se mezclaban los colores verdes de las hojas con el azul
del cielo, observando a la vez como caminaban las pequeñas nubes blancas. Todo
parecía perfecto ahí, no había tiempo ni limitaciones, deseó ser aquella nube,
o aquellas aguas, aquella hierba o aquel árbol, pero debía regresar.
Laura Rodríguez Álvarez :: 3º ESO-B